«Para qué tanto requisito» suelen decir con molestia algunas personas que cuando solicitan información en la parroquia para la celebración del sacramento del Matrimonio, se encuentran con la exigencia de asistir a un curso de catequesis prematrimonial.

A los Tribunales Eclesiásticos llegan muchas historias de dolor humano como consecuencia de fracasos matrimoniales que en algunos casos pudieron evitarse de haber tenido los novios la oportunidad de recibir una adecuada catequesis, en la que se les ayudara a reflexionar acerca de lo que implica la vida de esposos.

Cabe señalar que la preparación al matrimonio tiene tres etapas; la primera es la remota: «abarca la infancia, la niñez y la adolescencia, y tiene lugar sobre todo en la familia y también en la escuela y grupos de formación, valiosas ayudas de aquella» . En la familia de origen los hijos tienen como referencia la relación de papá y mamá; por eso es importante que los padres se esfuercen por educar en los valores y dar testimonio de vida cristiana.

La segunda etapa corresponde a la preparación próxima; esta: «tiene lugar en el tiempo del noviazgo […] Esta es una importante etapa de evangelización, en la que, la fe ha de incidir en la dimensión personal y comunitaria, tanto de los novios personalmente cuanto de sus familias». En esta etapa caben los círculos, encuentros y escuelas de novios; aquí la catequesis juega un papel importante en la comprensión de nuestra fe y los sacramentos; por eso deberíamos asegurarnos de que los jóvenes continúen su proceso de formación más allá de la Confirmación, sobre todo porque pocas parroquias ofrecen esta preparación próxima.

Por último tenemos la etapa inmediata; esta podría reducirse a una síntesis doctrinal y la preparación litúrgica; pero la realidad es que muchas veces no se ha  «recorrido y asumido un itinerario adecuado o cursos específicos en el tiempo de la preparación próxima»; lo anterior hace necesario la implementación de una catequesis previa al matrimonio que desafortunadamente suele ser percibida como un requisito sin importancia y por eso muchas parejas de novios buscan la comodidad y procuran asistir a la parroquia que les exija menos tiempo.

En nuestra Provincia Eclesiástica de Guadalajara estamos trabajando para que se revisen los procesos de formación y preparación al matrimonio que ofrecen las parroquias, ya que se debe garantizar a los jóvenes la oportunidad de conocer a fondo lo que es esencialmente el matrimonio, de tal manera que los novios tengan plena consciencia de que es una: «alianza […] por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole». Cabe señalar que en nuestra Diócesis de San Juan de los Lagos ya ha restructurado los itinerarios de las catequesis prematrimoniales buscando ampliarlos y unificarlos en todas las parroquias.

Mediante la catequesis prematrimonial la parroquia debe ayudar a los novios a reflexionar en torno al tiempo y la calidad de su noviazgo, a preguntarse si se conocen a fondo y si realmente están preparados para casarse; por eso debe insistirse en la riqueza del sacramento del Matrimonio, en el valor de la persona humana, en las características de la sexualidad y el amor humano, en la paternidad responsable, en el arte del diálogo y la comunicación conyugal, en lo que tiene que ver con la administración de bienes; entre otros temas.

Asimismo, la catequesis prematrimonial es una oportunidad para que los novios descubran la eventual presencia de algún vicio del consentimiento como el error, el dolo, la exclusión de alguna propiedad esencial del matrimonio, violencia o miedo grave; o bien, si les aqueja alguna situación de naturaleza psíquica que podría imposibilitarles cumplir con sus obligaciones de esposos, como la inmadurez, el alcoholismo, la drogadicción, los celos, etcétera.

Los agentes de pastoral familiar que ofrecen esta catequesis a los novios deben cerciorarse de que los futuros esposos entiendan adecuadamente la naturaleza del matrimonio, que deliberaron lo suficiente acerca de la conveniencia de casarse y se sientan libres de hacerlo o no.

No obstante la importancia de la catequesis prematrimonial, algunos novios e incluso algunos sacerdotes manifiestan molestia ante la exigencia de un proceso que demande tiempo y optan por unas cuantas pláticas durante una semana o en un solo día.

El matrimonio es una vocación al amor y por eso hay que insistir en el papel protagónico de la parroquia en la preparación de los novios; solo así los esposos tendrán la posibilidad de ser «recuerdo permanente para la Iglesia de lo que acaeció en la cruz; son el uno para el otro y para los hijos, testigos de la salvación, de la que el sacramento les hace partícipes». En Amoris Laetitia el Papa Francisco nos recuerda que, «El matrimonio es una vocación, en cuanto que es una respuesta al llamado específico a vivir el amor conyugal como signo imperfecto del amor entre Cristo y la Iglesia. Por lo tanto, la decisión de casarse y de crear una familia debe ser fruto de un discernimiento vocacional»; discernimiento que debe favorecerse durante la preparación que ofrece la parroquia.

Ojalá que los novios cuiden y exijan a su parroquia una catequesis previa a su boda que les permita conocer la riqueza del sacramento del matrimonio y les ayude a hacer una reflexión crítica acerca de sus posibilidades de asumir con éxito las obligaciones que nacen con su celebración; eso esperaríamos en lugar de que digan «para que tanto requisito».