Hoy la Iglesia celebra la Solemnidad de la Epifanía del Señor para recordar el momento en el que Jesús se dio a conocer como la “luz que ha venido para alumbrar el mundo” (Cfr. Lc 2, 22-32).

Epifagía es una palabra de origen griego que significa manifestación, lo que nos lleva a reconocer que no hay una sola epifanía de Jesús, podemos reconocer, por ejemplo: su epifanía ante los Reyes Magos (Mt 2,1-12), su epifanía ante San Juan Bautista en el Jordán (Mt 3, 13-17) o su epifanía ante los discípulos al comienzo de su vida pública en Caná de Galilea (Jn 2,1-11).

Origen de la celebración

La fiesta de la Epifanía tiene su origen en la Iglesia de Oriente y es mucho más antigua que la misma Navidad.

Se sabe, por textos antiguos del obispo San Epifanio de Salamina, que vivió en torno al 310, que en Egipto y Arabia se celebraba el solsticio invernal y el aumento de la luz a los trece días de haberse producido este fenómeno, festejando al sol victorioso con evocaciones míticas muy antiguas.

San Epifanio aprovechó estas costumbres y les dio un sentido cristiano celebrando el nacimiento de Cristo, la Luz Verdadera; por ello se explica que en oriente la fiesta se llame también Hagía Phota, es decir, la Santa Luz.

La fiesta de la Epifanía llegó a Occidente en torno al siglo IV y popularmente se le conoce como el Día de Reyes, tal vez tuvo que ver lo que se lee en la antífona de entrada de la misa correspondiente a esta solemnidad: “Ya viene el Señor del universo, en sus manos está la realeza, el poder y el imperio”.

El pasaje del evangelio de San Mateo, que se lee en la misa, habla de la aceptación de la divinidad de Jesucristo por parte de los paganos, representados en los sabios venidos de oriente, que supieron utilizar sus conocimientos para descubrir al Rey del universo, y así preguntaron por él cuando llegaron a Jerusalén: “¿Dónde está el rey de los Judios? Porque vimos su estrella en el oriente y lo hemos venido a adorar” (Mt 2, 2).

Ante la pregunta de los magos, los maestros de la ley informaron sobre el lugar del nacimiento del Rey, pero no fueron capaces de ir a adorarlo junto con los extranjeros, lo que nos recuerda el texto del prólogo del evangelio de San Juan: “La Luz vino a los suyos y los suyos no la recibieron” (Jn 1,11-12).

La solemnidad de la Epifanía es una de las fiestas de mayor carácter ecuménico, puesto que Cristo se manifiesta como Luz para alumbrar a las naciones (Lc 2,22-35). Esto fue rápidamente comprendido por la tradición, que ha puesto color de piel, vestimenta y medio de transporte  de distintas culturas a cada uno de los sabios venidos de oriente.

Celebrar la Solemnidad de la Epifanía debe ser para nosotros oportunidad para rendir homenaje de adoración a Aquel que es Luz, Rey y Señor de la historia y así reconocerlo como Luz, Rey y Señor de nuestra propia vida.

El dato:

Los orientales llamaban magos a sus doctores; en lengua persa, mago significa “sacerdote”. Posteriormente la tradición dio nombre a los tres magos Melchor, Gaspar y Baltasar, considerándolos tres por ser triple el don presentado – oro, incienso y mirra -, y más tarde también se les dio el título de reyes, como buscando destacar la solemnidad del episodio, que en sí mismo es humilde y sencillo.

El hacer regalos a los niños el día 6 de enero corresponde a la conmemoración de la generosidad que estos magos tuvieron al adorar al Niño Jesús y hacerle regalos tomando en cuenta que “lo que hiciereis con uno de estos pequeños, a mí me lo hacéis” (Mt. 25, 40); a los niños haciéndoles conmemorar hermosa y delicadamente el acontecimiento y a los mayores como muestra de amor y fe a Cristo recién nacido.