¿El Espíritu Santo es Dios?

“Creer en el Espíritu Santo es profesar que el Espíritu Santo es una de las personas de la Santísima Trinidad, consubstancial al Padre y al Hijo, ‘que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria’ (Símbolo de Nicea y Constantinopla: DS 150). Por eso se ha hablado del misterio divino del Espíritu Santo en la ‘teología trinitaria’, en tanto que aquí no se tratará del Espíritu Santo sino en la ‘Economía’ divina” (CEC 685).

“Pedro dijo: ‘Ananías, ¿por qué ha llenado Satanás tu corazón para mentir al Espíritu Santo, y quedarte con parte del precio del terreno? Mientras estaba sin venderse, ¿no te pertenecía? Y después de vendida, ¿no estaba bajo tu poder? ¿Por qué concebiste este asunto en tu corazón? No has mentido a los hombres sino a Dios” (Hch 5,3).

“Hablamos de estas cosas con palabras que el Espíritu de Dios nos ha enseñado, y no con palabras que hayamos aprendido por nuestra propia sabiduría. Así explicamos las cosas espirituales con términos espirituales” (1Co 2,30).

“Y esto eran algunos de ustedes; pero fueron lavados, santificados, justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios” (1Co 6,11).

“Y yo le pediré al Padre, y Él les dará otro Consolador para que los acompañe siempre” (Jn 14,16).

“Vivan de una manera digna del llamamiento que han recibido, siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor. Esfuércense por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz. Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fueron llamados a una sola esperanza; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos. No agravien al Espíritu Santo de Dios, con el cual fueron sellados para el día de la redención” (Ef 4,1-6).

“El Espíritu Santo con su gracia es el ‘primero’ que nos despierta en la fe y nos inicia en la vida nueva que es: ‘que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo’ (Jn 17,3). No obstante, es el ‘último’ en la revelación de las personas de la Santísima Trinidad. San Gregorio Nacianceno, ‘el Teólogo’, explica esta progresión por medio de la pedagogía de la ‘condescendencia’ divina: ‘El Antiguo Testamento proclamaba muy claramente al Padre, y más obscuramente al Hijo. El Nuevo Testamento revela al Hijo y hace entrever la divinidad del Espíritu. Ahora el Espíritu tiene derecho de ciudadanía entre nosotros y nos da una visión más clara de sí mismo. En efecto, no era prudente, cuando todavía no se confesaba la divinidad del Padre, proclamar abiertamente la del Hijo y, cuando la divinidad del Hijo no era aún admitida, añadir el Espíritu Santo como un fardo suplementario si empleamos una expresión un poco atrevida … Así por avances y progresos ‘de gloria en gloria’, es como la luz de la Trinidad estalla en resplandores cada vez más espléndidos’ (S. Gregorio Nacianceno, Oratio 31,26)” (CEC 684).