El LLAMADO DEL VI PLAN DIOCESANO DE PASTORAL / TERCERA PARTE

Fotografía: Mensajero Diocesano

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Continuando con el punto anterior, Vida que se vuelve cercana, accesible, profundamente humana.

“En Ia tarea pastoral ordinaria la gran conversión pastoral pasa por el modo de relacionarse con los demás. Es un tema relacional. Importa el vínculo que se crea, que permite transmitir actitudes evangélicas. Como Jesús en el encuentro con el ciego de Jericó, que lo llamó, le abrió un espacio para que compartiera su dolor, le devolvió la vista, y así finalmente, en un vínculo nuevo, el ciego lo siguió por el camino (cf. Me 10,46-52)” 

Entendemos que la conversión pastoral tiene que ver con generar nuevas relaciones al modo de Jesús. El Dios en quien creemos es un Dios-Comunidad-Trinidad, y al revelarse nos muestra el camino para comprender mejor cómo relacionarnos. Por lo tanto las relaciones que vivimos muchas veces en la Iglesia basadas en el control, generadoras de miedo, autoritarias, no son coherentes con la fe que profesamos”. “Antes que por las estructuras estoy preocupado por los estilos… El estilo de estar presentes en el mundo, ante la gente… Pablo VI hablaba de la Iglesia servidora de la humanidad. Quiso invitar a un estilo que tocara las estructuras. Pareciera que no ha sido del todo posible. Nuestras estructuras siguen siendo un enorme lastre cuya inercia parece imposible desviar. Cuidamos más los esquemas que las personas. En el fondo una estructura, antes que una institución formal, es un sistema de relaciones. Nuestras estructuras formales revelan estilos de relaciones y los promueven. Me parece que lo caduco está ahí adentro y es complejo. Nuestras formas de relacionarnos son caducas”. “Conversión pastoral es promover la vivencia de la santidad comunitaria en la apertura a las personas y estructuras pastorales en todos los niveles eclesiales.  Se habla de una fuerte conversión en el modo de relacionarnos con los demás, creando vínculos que permitan transmitir y provocar actitudes evangélicas.

Conversión pastoral es aprender a sentarse y dialogar, renunciar a privilegios y compartir necesidades, buscar consensos y valorar lo que hacen los otros. Es cambiar las formas y modos de hacerse presente en la vida social. Es capacidad de escucha y de proposición a la hora de relacionarse, cambiando el tono de juicio por el de valoración. Es replantearse los espacios en los que estamos presentes: no sólo estar en las oficinas, sino también estar en las calles; además de los despachos parroquiales, estar también en los barrios. Es abandonar la Iglesia del enfrentamiento para optar por la Iglesia del encuentro, que anuncia y denuncia; la Iglesia juez y optar por la Iglesia hermana; la Iglesia dueña y optar por la Iglesia samaritana; la Iglesia de la sacristía y el templo y optar por una Iglesia misionera; la Iglesia del miedo y optar por una Iglesia audaz en la frescura del Espíritu… Para esto es necesario volvernos a poner en medio del pueblo y, como Jesús, mirar, escuchar, tocar, acompañar. “Yo sueño con sentarme en una mesa circular, en la que laicos y laicas, religiosos y religiosas junto al clero, compartamos, gustemos y celebremos la Vida del resucitado sin excluidos de ninguna índole. Hemos contemplado en la Escritura con qué libertad Jesús gestó una nueva forma de celebrar la comunión, incluyendo a todos en torno a su mesa. Y cómo, con sus actitudes, interpeló críticamente el apego a convenciones sociales excluyentes. Por esto se hace necesario encontrar estrategias que permitan crear nuevos modelos de convivencia capaces de revisar los vínculos de autoridad y poder, sujeción y sometimiento; capaces de reparar Ia fragmentación y el individualismo, de promover el diálogo y el apoyo mutuo, de incluir a todos en las decisiones que los impliquen, para que las comunidades puedan ser un lugar de encuentro de las personas en una nueva dinámica, más flexible, que incorpore las voces de laicos, religiosos en la toma de decisiones, y que facilite el reconocimiento de las necesidades y deseos. El cambio no conlleva sólo la modificación del modo en que se establecen los vínculos afectivos, de mutuo cuidado e interdependencia, sino también las representaciones acerca de la autoridad y la obediencia, la mística comunitaria, y más profundamente, la propia identidad. Unidad en la diversidad, para una autodonación fecunda.