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“El don del Decálogo fue concedido en el marco de la alianza establecida por Dios con su pueblo. Los mandamientos de Dios reciben su significado verdadero en y por esta Alianza” (CEC 2077).

“Entonces Dios dijo todas estas palabras: ‘Yo soy Yahvé, tu Dios, el que te sacó de Egipto, país de la esclavitud. No tendrás otros dioses fuera de mí. No te harás estatua ni imagen alguna de lo que hay arriba, en el cielo, abajo, en la tierra, y en las aguas debajo de la tierra. No te postres ante esos dioses, ni les sirvas, porque yo, Yahvé, tu Dios, soy un Dios celoso; yo pido cuentas a hijos, nietos y biznietos por la maldad de sus padres que no me quisieron. Pero me muestro favorable hasta mil generaciones con los que me aman y observan mis mandamientos. No tomes en vano el nombre de Yahvé, tu Dios, porque Yahvé no dejará sin castigo a aquel que toma su nombre en vano. Acuérdate del día del Sábado, para santificarlo. Trabaja seis días, y en ellos haz todas tus faenas. Pero el día séptimo es día de descanso, consagrado a Yahvé, tu Dios. Que nadie trabaje: ni tú, ni tus hijos, ni tus hijas, ni tus siervos, ni tus siervas, ni tus animales, ni los forasteros que viven en tu país. Pues en seis días Yahvé hizo el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en ellos, y el séptimo día descansó. Por eso bendijo el Sábado y lo hizo sagrado. Respeta a tu padre y a tu madre, para que se prolongue tu vida sobre la tierra que Yahvé, tu Dios, te da. No mates. No cometas adulterio. No robes. No atestigües en falso contra tu prójimo. No codicies la casa de tu prójimo. No codicies su mujer, ni sus servidores, su buey o su burro. No codicies nada de lo que le pertenece'” (Ex 20,2-17).

“Yo soy Yahvé, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de la esclavitud. No tendrás otro dios delante de mí. No te harás ídolos, no te harás figura alguna de las cosas que hay arriba en el cielo o aquí debajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. Ante ellas no te hincarás ni les rendirás culto; porque yo, Yahvé, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la maldad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian. Pero mantengo mi favor por mil generaciones a los que me aman y guardan mis mandamientos. No harás mal uso del nombre de Yahvé, tu Dios, porque Yahvé no dejará sin castigo a quien se aproveche de su nombre. Cuida de santificar el día sábado, como Yahvé, tu Dios, te lo manda. Seis días tienes para trabajar y hacer tus quehaceres. Pero el día séptimo es el Descanso en honor de Yahvé, tu Dios. No harás ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu servidor, ni tu sirvienta, ni tu buey, ni tu burro u otro de tus animales. Tampoco trabajará el extranjero que está en tu país. Tu servidor y tu sirvienta descansarán así como tú, pues no olvides que fuiste esclavo en la tierra de Egipto, de la que Yahvé, tu Dios, te sacó actuando con mano firme y dando grandes golpes; por eso Yahvé, tu Dios, te manda guardar el día sábado. Honra a tu padre y a tu madre, como Yahvé, Dios tuyo, te lo tiene mandado, y tus días se prolongarán por mucho tiempo y te irá bien en la tierra que Yahvé, tu Dios, te da. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No darás falso testimonio contra tu prójimo. No desearás la mujer de tu prójimo. No codiciarás la casa de tu prójimo, ni su campo, ni su servidor, ni su sirvienta, ni su buey, ni su burro, ni cosa alguna suya” (Dt 5,6-21).

“Jesús le dijo: ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente’. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mt 22,37-40).

Los mandamientos son señalamientos del camino hacia Dios, para seguirlo sin riesgos y con seguridad. Dios los dio a su pueblo en el desierto para que le correspondiera así a su amor salvador

(decálogo = 10 palabras).