Una vez más, México demostró el corazón grande de que está hecho para ayudar a salvar vidas en medio de los escombros. De la pobreza sacó la riqueza que tiene para compartir y ser solidario en la desgracia ajena.

La compasión por el hermano caído fue el grito de llamada y fue la respuesta del pueblo, verdadero héroe anónimo, que lo da todo sin esperar nada.

Frente a esta tragedia estuvieron los Medios de Comunicación, las estrellas comerciales, que cubrieron por horas el evento y narraron la pena ajena, tratando de exhibir el más íntimo dolor y angustia de los victimados por el terremoto. Y no sé, si por consigna o por rutina, según los reporteros, los responsables de la Nación, del estado y el municipio siempre son los supuestos salvadores, aunque sólo esos días y, ante las cámaras, coordinen los trabajos de rescate y agilicen los recursos federales para los más damnificados.

Y ahora que todos: gobierno y pueblo mexicanos somos muy sensibles y solidarios con los hermanos muertos y con los que quisiéramos librar de la muerte, ahora me pregunto y les pregunto… ¿Acaso no es mayor tragedia la que hacemos con millones de seres humanos, atrapados en el vientre de su madre, condenados por nosotros mismos al aborto, y amparados por leyes de muerte? ¿Acaso no es mayor tragedia la que vivimos en México, aquí y allá, todos los días, de muertes violentas, de secuestros y desaparecidos, que cada día aumentan y cada día, lo que se hace, es menos que nada?

¡QUÉ BUENO VALORAR LA VIDA Y RESCATARLA DE LA POSIBLE MUERTE! ¡QUÉ MALO QUE SEA MUY POCO LO QUE HAGAMOS POR LOS NIÑOS ENGENDRADOS Y CONDENADOS POR LOS MISMOS QUE DICEN DEFENDER LA VIDA! ¡QUÉ BUENO QUE POR UNA VIDA ATRAPADA EN LOS ESCOMBROS SE HAGA HASTA LO IMPOSIBLE POR RESCATARLA! ¡QUÉ MALO QUE NUESTRA JUSTICIA PAREZCA NADA HACER ANTE TANTA INJUSTA MUERTE!