Aunque todavía no es navidad, tiempo propicio para compartir, creo que cualquier momento se vale ofrecer al menos una sonrisa, un saludo.

Ante una petición de mi amigo Ildefonso, y aprovechando mi cambio, quiero descansar haciendo adobes, como dice el dicho.

Un día, estando en un restaurante, mientras atendían mi pedido, dirigí la mirada al centro de la mesa y leí una frase que hizo eco en mi corazón: “¿quieres que tu vida haya valido la pena vivirla? Ten un hijo, planta un árbol, escribe un libro. (NB Yo añadiría otra: inventa una canción)”. Y apropiándome esa frase, comencé por hacerla realidad; por los hijos no habría de preocuparme, pues para ese tiempo, hijos espirituales ya iban más de mil.

En la medida de lo posible, me he propuesto en mis ratos libres, hacer uso del lapicero y expresar sentimientos, pensamientos y emociones, y como dice la canción aquella “Bohemio de afición”, me he atrevido a cantarle a la vida, a cantarle a mi pueblo.

Hace apenas cinco meses se estrenó la canción, “Campirana tierra mía” canción que revela, en resumidas cuentas, lo que contiene el libro de mi autoría: “Mi pequeño Nazaret”.

En esa canción y en ese libro, expreso ante todo, mi amor por mi pueblo, por mi gente. Yo sí, como decía el ahora ya padre Pacorro de Lagos de Moreno: “Yo sí, estoy encantado de haber nacido”. Estoy orgulloso de mi pueblo, de mi gente y por eso digo en mi canción que Dios bendiga por siempre, esta tierra tan querida, mi San José del Caliche, Campirana tierra mía.

Mi lema siempre ha sido: “ahí donde me planten es preciso florecer”. Haciendo honor a mi apellido (Florido).  Y por eso en Tepatitlán, esos siete años, no fueron en balde; tres libros y una canción, fueron fruto de mi estancia en esa hermosa tierra de Tepatitlán, tierra donde la vida es un primor.

Mientras que los seminaristas estaban disque estudiando, yo me entretenía en varias actividades que me servían como distractores y descanso, ante un trabajo arduo de cuidar chiquillos.

En diciembre del 2009, escribí mi primer libro titulado: “20 Años formando pastores”.  Este pequeño libro, fue una ocasión para agradecer a Dios, que es el dueño del tiempo, por haber permitido que tantos acontecimientos que se fueron tejiendo en la historia, no pasaran desapercibidos.

Fue una oportunidad para agradecer a tantas personas, que colaboraron en el seminario durante 20 años (sacerdotes, diáconos, seminaristas, profesores, empleados, bienhechores).

Los archivos guardan sigilosamente tantos datos, que ha sido necesario sacarlos a la luz.

Sí. Eran ya 20 años que este seminario en Tepatitlán estaba dando frutos, pues desde el 8 de mayo de 1989, había iniciado.

El segundo libro titulado: “Mi pequeño Nazaret”, que salió a la luz el 19 de marzo del 2011, para festejar los 50 años (bodas de oro) de matrimonios de mis papás.  Este libro fue el resultado y fruto de un esfuerzo tesonero del presbítero Efraín que desde seminarista se había propuesto esta meta y que por fin ve hecho realidad su sueño.

Es un libro que manifiesta los valores de su gente, sus tradiciones, costumbres y un cúmulo de riquezas humanas y cristianas con las que Dios ha bendecido a esta comunidad de San José del Caliche.

El presbítero Efraín, enamorado de su pueblo, de su gente y que idealiza la vida campirana, con gran interés y pasión, se ha propuesto resaltar, valorar y conservar lo que es de todos y por eso durante años hizo una labor de búsqueda de datos, y se afanó en coleccionar historias, objetos, imágenes, y por fin ordena lo recabado y lo plasma en este libro.

Menciono este párrafo. En la página cinco del libro: “En los claro-oscuro de los años, nuestra comunidad guarda un sin número de huellas y vestigios, polveados por el tiempo. Testigos estáticos en gruesos muros, forjados de desmesuradas rocas rostradas y empleadas en el hermoso templo y en la barda del atrio; en acueductos, aguajes, calicantos, contra fuertes, presas, puentes y pasamanos, fincas amalgamadas con dureza y adobe muy ancho”.

En esta mi tierra calcárea y de rocas calizas, y donde predomina el carbonato cálcico, mi atención se detiene con un gesto agradecido, haciendo un homenaje merecido a mi Caliche, a mi pueblo querido que fue la cuna que me vio nacer.

Ha sido una fortuna todavía haber encontrado personas que guardan una memoria lúcida, y que entregan crónicas muy valiosas; y aportan datos que nos ayudan a conocer y por tanto a comprender lo que somos, hacemos y tenemos.