Seguramente al término del 2018 e inicios de este 2019 una de las cosas que ha estado ocupando nuestros pensamientos es la revisión del cumplimiento de los propósitos del año pasado y la propuesta de nuevas metas para este año.

En su último mensaje del año 2018, nuestro obispo, Jorge Alberto Cavazos Arizpe, hizo una invitación para que en este 2019 nos esmeráramos un poco más y no nos contentáramos con hacer un buen propósito para este año, sino un verdadero plan de vida.

La pregunta sería ¿cuál es la diferencia entre un propósito y un plan de vida?

El propósito vendría a ser el objetivo, en tanto que el plan tomará en cuenta los recursos, los tiempos y los modos  que tendrán que implementarse para lograr el objetivo.

En muchas ocasiones los buenos propósitos no llegan a cumplirse por causa de no haber pensado en cómo alcanzarlos.

El plan de vida comienza reconociendo la propia realidad. Es fundamental saber dónde estamos para luego poder trazar camino más adecuado para llegar a donde deseamos.

Hay muchas maneras para analizar la propia realidad, una de las más comunes consiste en revisar, primero al interior, cuáles son las propias fortalezas, cualidades o virtudes que ya tenemos; también habrá que aceptar con humildad las debilidades, defectos o vicios; luego, en cuanto al entorno en el que cada uno se desarrolla, analizar las oportunidades de crecimiento que existen, pero también las amenazas o situaciones que podrían evitar nuestro desarrollo personal.

El siguiente paso será detenerse a reflexionar y, en base a lo anterior, definir cuáles son las situaciones que queremos cambiar de nuestra vida y trazar un camino pensando en las cualidades que nos ayudarán para aprovechar las oportunidades y teniendo en cuenta cómo se afrontarán las posibles amenazas.

Algo importante es considerar que los objetivos deben ser alcanzables en un tiempo determinado y que debe definirse un parámetro concreto para saber si el objetivo se cumplió o no. Es recomendable que el cumplimiento del objetivo se divida en etapas o en metas intermedias.

Sin duda que una buena manera de dar claridad a todo el proceso es tenerlo por escrito, para que así se pueda revisar, según los tiempo señalados, e ir realizando los ajustes necesarios.

Los objetivos del plan de vida pueden incluir aspectos de la vida espiritual, personal, familiar y profesional, pero procurando que no sean muchos los objetivos y sobre todo que sean realizables.

Es necesario ser conscientes de que puede haber un propósito que necesite, para lograrse, más de un año. Ese tipo de propósitos deberán dividirse en etapas, de tal forma que su logro sea paulatino, y no termine dejando un sabor de frustración por no haber tenido en cuenta la realidad del tiempo necesario para alcanzarlo.

El Mensajero Diocesano, siguiendo la recomendación de nuestro Obispo, está realizando su plan de vida.

Comenzaremos haciendo una revisión de la realidad de este medio diocesano de comunicación, para trazar luego las líneas de su futuro al servicio de la comunidad.

En las siguientes semanas estaremos escuchando lo que usted, amable lector, pueda decirnos a cerca de El Mensajero Diocesano: qué le parecen los contenidos, el diseño, la ilustración, el tiempo de entrega, lo qué le gustaría encontrar en él, etcétera.

Le informamos de esta situación para que tenga tiempo, desde ahora, de tomar entre sus manos, con un sentido crítico, el Mensajero Diocesano y así, cuando se acerque a usted algún entrevistador, debidamente identificado, pueda responder con sinceridad algunas preguntas que nos dejen ver, con mayor claridad, nuestra realidad.

Esperamos que toda esta información pueda ayudar al equipo directivo a fijar el rumbo, de modo que podamos responder mejor a las necesidades formativas e informativas de la comunidad diocesana.

Agradecemos desde ahora su preferencia y su amable colaboración.