¿CRISTO MURIÓ POR NUESTROS PECADOS?

“Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras” (1Co 15,3-4).

“Él mismo es la propiciación por nuestros pecados, y no solo por los nuestros, sino también por los del mundo entero” (1Jn 2,2).

“Cristo murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación” (Rm 4,5).

“Nuestra salvación procede de la iniciativa del amor de Dios hacia nosotros porque ‘Él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados’ (1Jn 4,10). ‘En Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo’ (2Co 5,19)” (CEC 620).

“Por su obediencia amorosa a su Padre, ‘hasta la muerte… de cruz’ (Flp 2,8), Jesús cumplió la misión expiatoria (cf. Is 53,10) del siervo doliente que ‘justifica a muchos cargando con las culpas de ellos’ (Is 53,11; cf. Rm 5,19)” (CEC 623).

La muerte de Jesús nos convierte de nuestro pecado. Al escuchar la noticia de su muerte en cruz, al contemplar su imagen desfigurada, la enormidad de nuestro pecado queda al descubierto, y origina el arrepentimiento. La cruz nos revela un amor más fuerte que la muerte. En su pasión, Jesús mostró tal dignidad y nobleza que llevó a la fe al buen ladrón (Lc 23,42), al jefe del pelotón de ejecución (Mc 15,38-39) y a uno de los miembros del sanedrín que lo condenó (Mc 15,43).

Los cautivó esa revelación del amor y creyeron en el amor. Descubrieron en Jesús inocencia, realeza y aun divinidad. «Cuando sea levantado en alto, todo lo atraeré hacia mí» (Jn 12,32). Solo en la cruz puede Dios acabar de convencernos de su amor hacia nosotros. De ahí su gran atractivo y el gran poder que tiene para convertirnos de nuestro pecado•