La dama del armiño

Fotografía: Especiales

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Apelando al buen juicio de nuestros lectores, y sobre todo al buen juicio de los que no nos leen por la simpleza de esta reflexión, quiero compartir algo que esta extraordinaria pintura me enseñó. Quizá resulte un poco desviada del tema, pero creo que la fineza con que esa mirada cautiva el alma no puede ser evitada por alguien que se atreva a contemplar la maravilla de este Da Vinci que nos llena el alma de recuerdos.

La dama del armiño contiene una de las miradas más cautivadoras a mi parecer, y junto con el armiño, símbolo de nobleza, en sus interesantes manos, nos lleva a descubrir lo excéntrico de esta pintura, y lo maravilloso que resulta apreciar esta obra de unos pocos centímetros de tamaño. Cecilia Gallerani se robó la inspiración de Leonardo, una de las mujeres con las que pudo establecer una relación un tanto íntima de amistad. Y esta pintura la que grita a manos llenas el por qué esta peculiar dama pudo robar el encanto de todos en este cuadro.

El armiño es la clave, pero no sólo por la identificación del cuadro, sino por el simbolismo que cada uno le damos. Es una de las especias más peligrosas del mundo, es un carnívoro, pero a la vez es un animal con pelaje terso, que cambia de color según las épocas, de pies rápidos y limpio, a tal punto que se deja atrapar con tal de no ensuciarse. Es un símbolo de nobleza, de peligro y de cautividad. Es una expresión analógica perfecta para la mujer que Leonardo intentó inmortalizar.

Resulta que la mirada cautivadora, soñadora y perfecta de esa mujer es la que grita todo. Pero en ella se encuentra lo diverso de la vida, el riesgo, el oportuno mensaje de sus ojos, y con ella la aventura más tierna de amor elocuentemente serendípico de encontrar a la vuelta de la calle la perfecta interpretación de una dama inmortal, de la dama del armiño.