La despedida

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Por: Kopi Luwak

Aunque soy sincero cuando digo que este cuadro es muy simbólico para mí, también debo de decir que no sabía de su existencia hasta la pasada semana en clases. Y no es tanto por el atractivo visual que tiene, o por los colores que me hubieran gustado que fueran diferentes. Esta obra de Remedios Varo me remonta a una experiencia por la cual comencé a escribir en este periódico y de cómo, después de algunos años reiteré este gran agrado semanal.

La obra como se puede apreciar en los colores es de basta composición rojiza, sin tantos detalles de pintura, como si la intención fuera marcar a plomo el gran sentido de la expresión fuerte de la escena. La geometría y el intelecto del color se quedan atrás cuando vemos las sombras en el piso, esta magnífica idea que representa, como el título lo dice, la despedida, pero no una en particular.

Esta despedida refleja a todas las almas que en el ocaso de la vida, en el adiós de una mañana, en un mensaje o por la ventana de un taxi se despiden de la única persona que logra arrancar la sombra de la vida y la estira exorbitantemente sobre los lineamientos naturales del corazón. Aquella a quien no se le puede decir adiós. Y mientras el cuerpo por la necesidad física del espacio se aleja, la sombra del recuerdo, del pensamiento, de las miradas del corazón, se alargan para encontrarse en ese lugar que quisiéramos que fuese eterno.

Puedo decir que este cuadro me cautiva tan a fondo que quise interrumpir el proceso que llevaba con las obras para encontrar un mensaje claro y muy sencillo. Todos hemos experimentado una pérdida, y duele llamarle pérdida, como si lo que dejamos detrás del pasillo jamás se recuperará. Pero no, hoy no le llamo pérdida, le llamo encuentro, uno más profundo, el encuentro de la alargada sombra del amor, del perdón, de momentos de humanidad; y sólo decirlo así la despedida.