Redacción: Psicóloga Verónica Romo Jiménez Fotografía: Especiales

En este tiempo vivimos en una sociedad convulsionada, de manera acelerada e hiperconectados a las tecnologías de la Información y  la  comunicación, sin embargo estamos aislados de los cercanos, esposo, hijos, padres, hermanos, etc. En México se tiene todavía una gran cohesión en la familia, aún la consideramos como un gran valor, pero en los últimos tiempos la estructura de la familia se ha modificado.

A Dios gracias vivimos en familia, con la estructura que tenga, pareja sin hijos, papás con hijos, papá o mamá, solo con hijos, abuelo con nietos, tíos con sobrinos, hermanos solos, por la circunstancia que sea, así nos conformamos las familias actualmente.

Pero Debemos cuestionarnos

¿Y sí vivimos en familia?

¿Sí vivimos la familia?

¿Nos consideramos familia?

¿Vivimos los valores de la familia como el amor, la convivencia, la unidad, la solidaridad?

O ¿Solo somos un grupo de personas cohabitando un mismo espacio o casa?

Antes de las tecnologías para aclimatar los espacios, había en las casas un lugar donde se prendía el fuego o la hoguera.

El término hogar tiene una etimología curiosa, derivado del latín:

<<focus>> <<hogar>> (como lugar en la casa donde se prepara la hoguera) que luego viene extendido a referirse a la casa misma o a la familia que habita en ella, en torno a ella se reunía la familia en la sala o la cocina y sucedían las actividades cotidianas acompañadas de risas, juegos, bromas, pláticas interesantes, confidencias y demostraciones de afecto, de cariño y amor.

Con la incorporación de algunos medios de comunicación como la radio y la televisión, las familias continuaban reuniéndose, ya que en la mayoría de los casos solo se contaba con un solo aparato y había programas aptos para todo público, los cuales se disfrutaban, se reían y se gozaban en familia, pero la interacción se limitó en gran medida, pues solo se platicaba de manera superficial durante los comerciales haciendo que poco a poco se acrecentará la distancia en cuanto a opiniones, puntos de vista, jerarquía de valores y comenzaron las polarizaciones.

Ahora como dice una reflexión tenemos casas más grandes y familias más pequeñas, casas más frías, desprovistas del calor de los sentimientos, donde cada miembro cuenta con su espacio exclusivo, sus propios dispositivos llámese TV, PC, tablet o celular, etc. Cada uno con sus actividades individuales, el ritmo y los tiempos diferentes, las familias no se reúnen a comer, no hay un día o tiempo fijo para convivir y comunicarse, lo que hace que los miembros se distancien unos de otros. Ya casi no se da sentarse a la mesa juntos, como el Señor nos invita a compartir su mesa.

Cuando tenemos invitados a la mesa, nos esmeramos por ofrecer los mejores platillos, la mejor vajilla, los mejores modales y hasta poner nuestra mejor cara, sin embargo, a los que amamos no les mostramos ese mismo esmero, a veces les mostramos nuestra peor versión.

Se nos olvida la dignidad que tienen los niños, los ancianos y los enfermos, recordemos que en el bautismo nos ungieron como profetas, sacerdotes y reyes, somos profetas para anunciar  el evangelio y denunciar lo que está mal, sacerdotes para participar del sacrificio de Cristo en el altar, y reyes para servir a los hermanos, a nuestro prójimo, nuestro prójimo es el cercano, nuestra familia.

                                          ¡Reconecta la familia!

•Compartir la mesa. Quizá este pequeño acto sea el principio de una revalorización de la familia. Reconocer como nuestro prójimo a cada integrante de la familia y ver en ellos el rostro de Cristo nos ayudará a revalorizar a cada uno, puede ser que al principio resulte difícil, incómodo o casi imposible de lograr, pidamos a cada miembro tener iniciativas para propiciar las reuniones en la mesa.

  Prepara algo rico, y no tiene que ser muy elaborado, desde palomitas en el micro o la receta familiar.

  Invita a tu familia, prevé algunos temas de conversación, saca los álbumes de fotos, recuerda anécdotas familiares, viajes, salidas, tradiciones.

  Propón  juegos de mesa: monopolio, uno, maratón; incluso hay juegos para acercarse y conocer más profundamente al otro, (conexión, sentiré, cuéntame más, etc.) juegos, herramientas para profundizar conexiones y tener pláticas significativas, que nos ayuden a saber manejar nuestros dolores y emociones y las de los demás, y regresar a amar como niños, a conocer, vivir lo mejor de tu familia, a reconectar a tu familia.

  Pide la presencia de Dios entre tu familia, ¡Pon al Señor al centro de tu mesa!

El hogar es un lugar importante para el desarrollo del ser humano. En el hogar las personas pueden sentirse bien, tranquilas, protegidas, seguras, saludables. El hogar para cada persona, según sus propias creencias, debe ser cómodo, agradable, seguro, bonito, acogedor y armónico.

Oración.

Señor, que en nuestra casa

el más débil sea el centro de atención;

que el más pequeño y el más viejo sean los más queridos; que el mañana no nos dé miedo,

porque tú, Jesús, siempre estás cerca;

que cada gesto esté lleno de significado;

que te demos gracias por todo lo que nos ofreces

y tu amor nos da.

¡Gracias por la familia!