Nota introductoria.

Ante la falta de inteligencia y de comprensión mutua tanto de los colaboradores de mano de obra en cualquier puesto que desempeñen, como los dirigentes y los así llamados dueños o condueños de empresas; ante los riesgos de polarizaciones entre personas de la misma sociedad, creo que es conveniente y hasta necesario que tengamos un marco referencial de principios de Doctrina Social de la Iglesia (DSI) sobre este tema.

Presentamos una serie de temas o artículos que ayuden a unos y otros, a la sociedad en general, para que nuestras comunidades se consoliden y sepamos valorarnos como personas, con las capacidades, talentos y habilidades que cada quien tiene para sentirse realizado y aportando bienes materiales y servicios de calidad en favor de todas las personas que los requerimos.

Las letras en negrilla y los subrayados son de parte nuestra.

PRINCIPIO FUNDAMENTAL.

No es por demás afirmar categóricamente que el primer capital y el más importante e imprescindible de toda empresa, tengan el nombre que sea o aún sin nombre, con muchos o pocos colaboradores, o empresas familiares de autoempleo, son las personas.

En este primer artículo, de otros que se irán presentando, iniciamos con el del título “Empresa y desarrollo del hombre”. Y transcribo parte de la ponencia presentada en la Unión Social de Empresarios Mexicanos (USEM) Guadalajara y reeditada como homenaje y en conmemoración del fallecimiento del señor Fernando Aranguren Castiello (1936 – 1973), laico, empresario, quien defendió con heroísmo los principios de la libertad de emprender y de la empresa con valores. Y así iremos presentando testimonios de otros laicos, empresarios y pensadores a la luz de la DSI.

EMPRESA Y DESARROLLO DEL HOMBRE.

“La historia de cada hombre es en parte la historia del trabajo realizado. Así como a un árbol se le conoce por sus frutos, a un hombre se le conoce por su trabajo. El trabajo es una misión ineludible del hombre y el hombre siempre ha tenido necesidad de trabajar para lograr su supervivencia y una vida más segura. Históricamente se ha llegado a distorsionar el concepto de trabajo en que éste representa un castigo por aquello de que “te ganarás el pan con el sudor de tu rostro” (Génesis 3, 19).

“Se ha dicho que en el mundo hay dos clases de personas. Aquellas que trabajan para vivir y aquellas que viven para trabajar.

“Se señala con esto la clara posición que aquellos que tienen la necesidad de trabajar, porque no es posible vivir de otra manera, tienen que hacerlo como un mal necesario. Los que viven para trabajar se entregan con ahínco al trabajo, que a los ojos de los primeros parecían tener una deformación mental que les hace ver el trabajo como un bien.

“Quisiera pedir que aceptáramos que puede haber otro tercer grupo que, teniendo necesidad de trabajar para vivir, ya que ve en el trabajo una forma de llevar a cabo su capacidad creadora, de autorrealizarse él mismo y lograr por medio del trabajo el fin trascendente del hombre.

“Históricamente, el trabajo ha sido visto como algo que sólo las clases no privilegiadas tenían que hacer y los trabajos intelectuales y de dirección no eran siquiera considerados como trabajo. Con el desarrollo moderno del profesionalismo se ha dado un gran paso en la dignificación del trabajo, pero de nuevo equivocado, pues el trabajo no profesional es tan dignificante como cualquier otro, ya que es la dignidad de la persona lo que lo dignifica y no la materia del trabajo en sí”

“Debemos reconocer que, en la imperfección de este mundo en evolución, el trabajo puede ser una carga, puede ser duro, aburrido, opresor, puede matar el espíritu, puede endurecer, originar discordia, como junto con esto es una forma de participar en la creación y de autorrealizarse no sólo la persona que lo hace, sino que por el trabajo una persona hace que otros puedan autorrealizarse y ser íntegramente mejores hombres y mujeres” (Tomado de la ponencia “Empresa y Desarrollo del Hombre”, USEM Guadalajara. UNIAPAC MÉXICO, Manjarrez Impresores).

Quiero concluir con la siguiente expresión tomada de la misma ponencia: “Así como a un árbol se le conoce por sus frutos, a un hombre se le conoce por su trabajo”.