Una de las preocupaciones, consciente o inconsciente, de quienes manejan algún tipo de perfil en las redes sociales, tiene que ver con la comunidad que se va creando en torno suyo y que se va midiendo en el número de seguidores, fans, likes, suscriptores, veces que se ha compartido o retuiteado algún contenido, etcétera.

Las redes sociales, que comenzaron como una oportunidad para mantenerse en contacto con aquellas personas con las que habían existido lazos de amistad, familiaridad o trabajo, pareciera que hoy tienen como objetivo “atrapar”, tal cual lo hace una telaraña.

En la actualidad, una parte muy importante del marketing se enfoca al uso de las redes sociales con el objetivo de mantener la fidelidad, crear una comunidad en torno a la marca y, por supuesto, elevar el monto de las ventas. Es también una de las preocupaciones de los “influencers”, que buscan mantener altos números de seguidores y paralelamente una preocupación de las compañías de las redes sociales, que buscan depurar continuamente esos números para evidenciar los seguidores reales.

En este contexto, el Papa Francisco, en su mensaje con ocasión de la cincuenta y tres Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que lleva por título: “‘Somos miembros unos de otros’ De las comunidades en las redes sociales a la comunidad humana”, hace un llamado para que la red sea “una red hecha no para atrapar, sino para liberar, para custodiar una comunión de personas libres.”

El Papa hace una invitación a reflexionar en la metáfora de la red (web) “que fue propuesta al principio como fundamento de internet, para redescubrir sus potencialidades positivas”. La red es fuerte porque tiene muchos nudos y muchas posibilidades de recorrido y funciona gracias a la coparticipación de todos los elementos, sin necesidad de una estructura de tipo jerárquico o vertical.

En otras palabras, la web pretendía en sus inicios que la información llegara a su destino, a pesar de que alguno de sus nodos no funcionara, gracias a la multiplicidad de opciones para lograrlo. No se quería una estructura controladora, sino que permitiera la libre colaboración.

Algunas décadas después del nacimiento de la web, pareciera que se ha perdido de vista este objetivo y ahora no se busca la libertad, sino el control; no se quiere fortalecer relaciones entre sus participantes sino en cuanto sean útiles para lograr los propios intereses.

Ante esta situación viene la invitación a que la red se descubra como oportunidad, que se convierta en una prolongación o antesala del encuentro cercano y personal con el otro. “Cuanto más cohesionada y solidaria es una comunidad, cuanto más está animada por sentimientos de confianza y persigue objetivos compartidos, mayor es su fuerza”.

Es necesario pasar de la social network community o comunidad virtual, a la verdadera comunidad. Esto no significa rechazar el uso de las redes sociales, sino aprovechar su potencialidad e ir pasando poco a poco del “like” al Amén, es decir, dejar de buscar likes para comenzar a buscar personas; que la comunidad virtual tenga un sustrato real y cobre así sentido de unidad y deje fuera el de “trampa”.

Ejemplos de cómo pasar del like al amén, nos los da el mismo Papa en su mensaje:

“Si una familia usa la red para estar más conectada y luego se encuentra en la mesa y se mira a los ojos, entonces es un recurso. Si una comunidad eclesial coordina sus actividades a través de la red, para luego celebrar la Eucaristía juntos, entonces es un recurso. Si la red me proporciona la ocasión para acercarme a historias y experiencias de belleza o de sufrimiento físicamente lejanas de mí, para rezar juntos y buscar juntos el bien en el redescubrimiento de lo que nos une, entonces es un recurso”.

Pasemos pues del “like”, puramente numérico, efímero y superficial y demos paso al “amén” de un encuentro real y profundo con el otro, reconociéndole como hermano y miembro de la misma comunidad, en la que “somos miembros unos de otros” (Ef 4,25).