Conscientes de ser peregrinos que caminamos, de la mano de María Santísima, hacia el encuentro con Cristo, les saludo.

Durante los pasados días, con el motivo de la fiesta de la Presentación del Señor o la Purificación de la Virgen María, conocida como la fiesta de la Candelaria, fuimos testigos de la fe y el amor que tantos y tantos hermanos nuestros le profesan a Nuestro Señor Jesucristo y a su Santísima Madre.

El peregrinar es una realidad que todos los cristianos deberíamos tener siempre presente, como una invitación a despojarnos de lo superfluo y asirnos a lo indispensable. Indispensable es la vida de oración, el encuentro con Cristo en la Eucaristía, la celebración de los sacramentos, la vida en familia, el respeto de la dignidad propia y la de los demás y así, caminar juntos hacia la construcción de un mundo en el que los valores del Reino se hagan realidad.

Somos peregrinos, porque esta vida es pasajera, nuestro fin verdadero está en la vida eterna, en el encuentro gozoso con Dios, nuestro Creador.

Agradezco a todas las personas que, generosamente, brindaron un vaso de agua, techo, algo para comer o algún otro servicio a los hermanos peregrinos que visitaron el Santuario de nuestra Señora de San Juan de los Lagos durante los días pasados. Así como también agradezco a todas las autoridades, federales, estatales y locales, junto con las diversas corporaciones de Seguridad Pública, Protección Civil, Cruz Roja y otras, que conjuntaron esfuerzos para brindar apoyo, seguridad y salud a los peregrinos.

Pido a Dios que el ejemplo de fe de estos hermanos nuestros, los peregrinos, anime y fortalezca la esperanza de cada uno de los habitantes de esta diócesis de San Juan de los Lagos, que no solo recibe peregrinos en San Juan, sino también en otros santuarios, como el de santo Toribio, el Señor del Encino, el Señor de la Misericordia, por mencionar solo algunos.

Como hermano suyo, peregrino en esta amada diócesis, les aseguro mi oración y les envió de corazón mi bendición.

+ Mons. Jorge Alberto C.A.