¡Ha resucitado!

Fotografía: Rosa García/Mensajero Diocesano

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“Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe e inútil nuestra esperanza” (Cfr. 1 Cor 15,14)

Iniciamos el tiempo santo de la Pascua, 50 días para celebrar la resurrección de Cristo y una gran oportunidad para resucitar también con Él.

Durante la Cuaresma tuvimos oportunidad de fortalecer nuestro espíritu y nuestra voluntad mediante la oración, el ayuno y la limosna; ahora la Iglesia nos ofrece un tiempo especial de gracia, que culminará con la gran fiesta de Pentecostés, como tiempo propicio para renacer al hombre nuevo (Cfr. Col 3, 1-17).

Luego de su resurrección, las Sagradas Escrituras narran como Jesús dedicó un tiempo para ayudar a sus discípulos a comprender el significado de todo lo ocurrido y les fue confirmando poco a poco en la fe: el día de la resurrección el discípulo amado llegó al sepulcro vacío y “entró, vio y creyó” (Cfr. Jn 20, 2-9)…  los discípulos de Emaús exclamaron: “con razón ardía nuestro corazón mientras nos explicaba las Escrituras” (Lc 24, 32) y Pedro, contestó humildemente “Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te quiero” (Jn 21, 17).

De eso se trata la Pascua, de reconocer que el Señor ha pasado, está pasando, va caminando a nuestro lado. Es desde el acontecimiento de su resurrección que cobrará significado la cotidianeidad de nuestra vida, porque Cristo es nuestra vida y Él ha vencido a la muerte: “Lucharon Vida y muerte en singular batalla y muerto el que es la Vida, triunfante se levanta” (Secuencia de Pascua).

San Pablo ofrece la razón principal para creer en Jesús: “Ha resucitado” (1 Cor. 15,14) e invita a todo creyente a resucitar también con Él, despojándose del hombre viejo, para revestirse del hombre nuevo (Cfr. Col 3,1-17).

San Pablo conocía la tendencia del corazón humano a no estar vacío y por ello advierte “despojarse del hombre viejo y revestirse del hombre nuevo”; por tanto, si durante la Cuaresma hemos hecho lo posible por vaciar nuestro corazón de vicios y pecados, la Pascua es momento de llenarlo con los dones del Espíritu Santo.

Haciendo un poco de labor matemática, es fácil deducir que la pascua abarca siete semanas y, recordando el catecismo, encontramos que son siete los dones del Espíritu Santo: sabiduría, ciencia, consejo, entendimiento, piedad, fortaleza y temor de Dios; estos son los dones que hacen al hombre nuevo, porque lo transforman desde dentro.

Durante la Pascua, dejemos que el Señor Resucitado camine a nuestro lado, dispongamos el corazón y pongamos ante Él nuestras dudas, para que encontrando la gracia de los siete dones del Espíritu Santo, también nosotros resucitemos con Cristo.

¡Feliz Pascua de Resurrección!