El año de 1810 marcó para México el inicio de una nueva etapa que culminaría con la declaración de independencia en 1821. Entre las muchas causas que pueden aducirse como motivación para buscar la independencia, dos aparecen como las más importantes: el gobierno de España no tenía capacidad suficiente para hacerse cargo de los problemas en la ‘Nueva España’; la segunda era que, el territorio mexicano tenía todos los recursos y facultades necesarias para el sustento, la conservación y la felicidad de sus habitantes.

Pareciera que la situación no ha cambiado mucho, México tiene los recursos suficientes para el sustento, la conservación y la felicidad de sus habitantes, sin embargo hay un sistema de gobierno que no puede hacerse cargo de los problemas que aquejan a la nación. ¿De qué o de quién debería México independizarse?

Es cierto que en las actuales condiciones de globalización, difícilmente un país puede proclamar una soberanía e independencia total, más bien se debería de hablar de pactos y acuerdos donde el respeto y la solidaridad fuesen el referente para las decisiones –cosa que parece un bello ideal, muy lejano de la realidad, al menos eso dejan ver, por ejemplo, las discusiones entre nuestro país y el vecino del norte–.

Hoy las condiciones para dar un nuevo ‘grito’ que inicie un proceso de independencia están dadas: hay un ‘gobierno’ que ‘de facto’ está atentando contra la dignidad de los habitantes del país y amedrenta sin dudarlo, incluso a quienes ostentan el título de ‘defensa nacional’; México, siendo un país rico en recursos naturales y culturales ostenta números de pobreza que no se entienden sin un sistema corrupto – sistema no entendido solo como gobernantes –; y la política se preocupa de armar discursos y leyes sin preocuparse por los mecanismos para su aplicación y menos aún de sus consecuencias, basta con que sean políticamente correctos.

¡Patria! ¡patria! Tus hijos te juran

exhalar en tus aras su aliento

si el clarín con su bélico acento

nos convoca a lidiar con valor.

Lejos quedaron los ideales, mucho más la idea del sacrificio y es mejor permanecer callados, al fin que al cabo “en boca cerrada no entran moscas”, todo porque se perdió el valor, el coraje, la sensibilidad ante la desgracia que provoca la indignación, estamos tan “vacunados” por los medios –tradicionales y nuevos– que nada nos dicen los niños de la calle, los enfermos en corredores o salas de espera, los “levantados”, las fosas clandestinas, los tráiler refrigeradores, los asaltos y tantas otras cosas que aparecen como algo cotidiano, “normal”…

México necesita una nueva independencia, sin embargo no debe olvidarse que el proceso de independencia toma tiempo, la primera independencia duró alrededor de once años, pero había ideales claros y valor para afrontar el sacrificio; sin embargo gracias a ello heredamos lo que aquellos anhelaron, ahora nos toca sacrificarnos para que las nuevas generaciones hereden lo que hoy nosotros anhelamos.