Un viejo refrán dice que “la cuchara saca de lo que hay en la olla”; dando a entender que el exterior es un reflejo de lo interior.

Si este refrán tiene algo de razón, entonces una sencilla lectura de los signos de los tiempos, mirando las prácticas exteriores de la cuaresma, nos advierte que ésta está perdiendo su sentido en el corazón de la feligresía.

Prácticas externas, como el ayuno y la abstinencia, encuentran muchos detractores, que con diversos argumentos echan por tierra tan venerables actos de piedad, diciendo por ejemplo que “a Dios le agrada más que uno se la lleve bien con las personas que dejar de comer carne por un día”, y hay mucho de razón en ello, sin embargo todo pasa: ni se cambia de actitud para con los compañeros de trabajo o la familia, ni se observa el ayuno o la abstinencia.

Es cierto que son prácticas externas, pero no hay que olvidar que el interior se ve reflejado en el exterior; y que el ambiente exterior influye en la conformación del ambiente interior.

De aquí que valga la pena continuar con esos signos externos que ayuden a ser conscientes del tiempo litúrgico que se está viviendo y las actitudes internas que se deben propiciar.

La sobriedad del adorno de los templos y la sencillez del canto en la liturgia, incluso atendiendo a la rúbrica que indica que “en este tiempo se prohibe adornar con flores el altar y se permiten los instrumentos musicales solo para sostener el canto”, son ya signos que llaman la atención sobre las actitudes de ayuno y penitencia propias de la cuaresma.

Si bien hay una queja de que las nuevas generaciones no entienden nada de la cuaresma, también es cierto que a los mayores les cuesta darlo a entender, tal vez porque el ambiente “no se presta”. Pensando, por ejemplo, en aquella práctica de cubrir con un velo las imágenes de los templos, era un signo externo que daba un “pretexto” perfecto para que los pequeños preguntaran a sus padres ¿por qué están así?, lo que daba una excelente oportunidad para catequizar.

Sin querer decir que los tiempos de antes eran mejores, no hay que olvidar que todos esos signos externos que hemos dejado atrás, eran un lenguaje poderoso hablando al corazón.

El papa Francisco, en su mensaje para la 57 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de 2023, insistía en que para comunicar hay que hablar con el corazón y mencionaba el ejemplo de San Francisco de Sales, quien con su estilo cordial de comunicación logró muchas conversiones.

Insiste el Santo Padre en que “la comunicación nunca debía reducirse aun artificio – a una estrategia de marketing, diríamos hoy -, sino que tenía que ser el reflejo del ánimo, la superficie visible de un núcleo de amor invisible a los ojos”.

La tarea para esta cuaresma es pues, hacer que los signos y prácticas externas reflejen el espíritu de la Iglesia que se prepara, con la oración, el ayuno y la limosna para celebrar ese núcleo de amor invisible a los ojos: el amor de Cristo que nos amó hasta el extremo.

Que las prácticas externas sean un verdadero reflejo de la fe interior y que el ambiente externo favorezca el espíritu de conversión.